El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la palabra anomia, en la segunda de sus acepciones, como el conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación.
El tono vital de la sociedad española, reflejado en las instituciones, los colectivos de índole diversa, los medios de comunicación o las organizaciones políticas, sindicales o culturales, ofrecen -con escasísimas excepciones- y en la prospectiva del año que comienza, la más exacta imagen de un estado de anomia casi perfecto.
El ciudadano medio se encuentra contemplando la escalada de precios, la permanente reducción del precario Estado de Bienestar español, la carencia en absoluto de perspectivas o de horizontes y las permanentes demandas de mayor degradación económico-social por parte del Banco de España, la patronal o la Unión Europea como algo que entrando de lleno en los terrenos del arcano, de lo inexorable o de lo predestinado es inevitable, inexplicable e ininteligible.
Lo que sucede es que ello es cierto. No yerran quienes tienen la sensación de que nos encontramos en manos del azar, en juguetes del acaso o en víctimas de un caos aleatorio y sin ningún tipo de lógica.
Los discursos políticos, los análisis de los economistas, las editoriales de la prensa o las tertulias radiotelevisivas evaden siempre afrontar el espinoso tema del ¿hasta cuándo? Ningún dato que con algún atisbo de concreción permita avizorar el sentido final de tanto sacrificio para la mayoría y tanto beneficio para la minoría.
Da la impresión de que tanta tabla rasa con los contenidos sociales y económicos de la Constitución son el tributo a pagar a divinidades caprichosas y coléricas que se han instalado de la noche a la mañana.
Ni siquiera cabe autoengañarse con la morfina de antaño: las esperanzas en la Unión Europea.
Ya no existe tal proyecto; nunca ha existido en realidad. Fue el relato cautivador de Sherezade. Solamente queda un atisbo de esperanza: la rebeldía integral.
Julio Anguita. Ex Coordinador General de IU.
Fuente: elEconomista.es
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