Estaba saboreando mis últimas horas celebrando la suma de un año más en mi cuenta particular, cenando con gusto y ganas cuando veo y escucho en el telediario que la Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a Josué Estébanez, asesino fascista que segó la vida del joven antifascista Carlos Palomino en un vagón de Metro en la estación de Legazpi en Madrid. Fascista que ha basado toda su defensa alegando que lo hizo por miedo y que en ningún momento asesinó por pertenecer a una ideología nazi. Las pruebas además de evidentes e irrefutables son contundentes, sin ningún género de dudas las cámaras de seguridad del vagón le desmontan la pobre y ridícula coartada al fascista, su ánimo fue en todo momento el de asesinar y eso fue lo que se vio, como asesinó y también se vio que fue con alevosía, con la intención de sin mediar palabra y sin dar opción que pudiera mediar ninguna defensa por parte de Carlos Palomino, aunque le hubiera preguntado la hora, su intención era la de asesinar. Este nazi y fascista ha sido condenado a 26 años de cárcel, 19 por el asesinato de Carlos Palomino y siete más por el intento de homicidio en grado de tentativa por la agresión a otro joven, y con la agravante de asesinato por discriminación ideológica, que traducido quiere decir lisa y llanamente: Odio ideológico. La madre de Carlos Palomino en unas declaraciones a un canal de televisión ha dicho que no piensa recurrir, aunque la acusación pedía una pena más dura, pues se da por satisfecha al contemplar la sentencia el cumplimiento de la pena integra, y con una dignidad ejemplarísima les da una lección magistral al mundo faccioso y de reaccionarios que confunden justicia con venganza y haciendo una defensa del Estado de Derecho reconoce que pasar 26 años ininterrumpidamente de condena encerrado en la cárcel (esto no lo ha declarado ella, pero lo añado yo: no le devolverá a su hijo) es una pena dura. Yo estoy con ella, pero hubiera preferido primero que hubiera sido condenado a lo máximo que el código penal impone al castigo de asesinato en primer grado y con agravante, que creo que son 30 años, y segundo, hubiera sido preferible como medida de advertencia a las bandas fascistas de que no se les va a pasar ni una que la fiscalía hubiera actuado en este caso igual que se actúa con el terrorismo. Si por cojones nos tenemos que tragar una ley de partidos que pierde mucho aceite democrático, que menos que ya que se ejecuta se haga también aplicando esa ley para lo principal por la que fue creada, blindar y defender la democracia, por lo que yo me pregunto: ¿A que espera el Juez Garzón para perseguir e ilegalizar a los grupos que quieren cargarse la democracia y lo hacen pavoneándose en público y con las cámaras de televisión en directo y en diferido? ¿A que espera para prohibir los símbolos franquistas y encarcelar a todos los que hagan apología del fascismo, franquismo o el nazismo? ¿O tendremos que entender que hay dos varas de medir la Ley de partidos y mientras a unos se les retiran hasta las fotos de sus tascas a los otros los quieren hacer ver como unos pobres y pocos nostálgicos a los que se les hace mucho daño solo con reírles las gracietas.? Hoy el fascismo español no está para tomárselo en broma, el racismo y la xenofobia ha crecido en nuestro país y es bien sabido que esto junto a la crisis, el paro y la precariedad es el elixir vital (como la sangre a los vampiros) de los fascistas. Desde el Gobierno se tienen que tomar las medidas legislativas y judiciales para que en nuestro país no suceda el esperpento de que las organizaciones y asociaciones que deberían de estar ilegalizadas, sean las que se aprovechen y utilicen a las instituciones para sus fines antidemocráticos, incluso se permiten el lujo de sentar en el banquillo de los acusados al Juez que intentó por primera vez en democracia solucionar y/o resolver vía judicialmente los miles de asesinados en las fosas diseminadas por toda la geografía nacional que dirigió y ejecutó ese régimen asesino que muchos de estos fascistas defienden.
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